El niño yacía postrado bajo el sol inclemente. Su pequeña frente en el suelo seco y agrietado, descansando los días de hambre, sed y abandono.
Un buitre se había posado a unos escasos metros y él, haciendo un esfuerzo inaudito, ya sin aliento, mientras intentaba dibujar una sonrisa en sus labios marchitos, levantó levemente la cabecita y le preguntó:
– ¿También tienes hambre? El buitre prefirió no contestar.
– Pobre pajarito – musitó el niño, antes de fallecer.
Intensamente bello!!
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