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En el día de ayer, transitando por una de las calles de nuestro país, vi a este ángel, porque no puedo encontrar otro calificativo, que ayudaba a la gente a cruzar la calle, dirigía el tránsito, sonreía constantemente a todos los que pasaban por su lado, ahí, a pleno sol del mediodía, por supuesto, sin recibir nada a cambio. Me detuve un momento, admirando aquel joven heroico, que con todas sus necesidades y condiciones especiales lo daba el todo por el todo en medio del caos que lo rodeaba. No pude hacer menos que parar mi vehículo, desmontarme y entre miradas curiosas, otras de interrogación y hasta de burla, proponerle a ese guardián misterioso hacerle una fotografía. Él accedió sin reparos, hablándome en un idioma que no entendía, y sonriendo todo el tiempo posó tranquilamente para el lente de mi IPhone. Luego de obsequiarlo con algunas papeletas de dinero y darle unas palmadas en su espalda mientras le decía algo como «gente como tú es que necesitamos en este país», me marché. Esta vez, las miradas eran de reconocimiento. Ya lejos, pensé en que no le pregunté su nombre. Entonces fue cuando decidí dedicarle estas palabras.

Quizás necesitamos de tu humildad para entendernos mejor.

Tu honradez para cumplir con nuestro deber sin hacer daño a nadie.

Tu inocencia para hacer aflorar la verdadera naturaleza humana que tenemos dentro.

Tu estoicismo para soportar las ofensas y la crítica cuando luchamos por nuestros derechos.

Tu tolerancia para soportar el chantaje, la corrupción y la impunidad.

Tu sonrisa franca para reírnos de esos que creen que nos están engañando.

Tu dignidad para recordar que todavía existen hombres y mujeres como tú, honorables, decentes, meritorios.

Tu sinceridad para no mentir.

Tu nobleza para enseñarles a los que la han perdido.

Tu decencia para hacer contrapeso a la inmoralidad.

Tu patriotismo, para que los que creen que no hay país, que se perdió todo, que nos jodimos, crean.

Tu valentía para levantarnos y reclamar lo que nos merecemos, para pelear por nuestros derechos, para denunciar, a pesar de que se rían de nosotros; para no cansarnos.

Tu ejemplo, para que en cada uno de nosotros habite un tú, un héroe anónimo, un guerrero audaz, un ángel guardián, un verdadero dominicano, que con una sonrisa como la tuya pintada en el rostro, así de humilde e inocente, así de sincero y noble, así de estoico, le diga a esos que nos están hundiendo, «prepárate, que ahora viene lo tuyo».

Pensándolo bien, él sí tiene nombre, él se llama, «Tú».