A la montaña

medias 2

Se recorta Isabel en mi espalda

y tú ahí, montaña 

recortada en mi memoria

sangrando mi tobillo

Cuando subo tus peldaños 

 Arrebatado, la loca ilusión 

de que puedo culminarte

Me fractura las rodillas

Me deja sin aire

Rompe en dos las sórdidas muletas con que intento tu ascenso

 El asombro del atardecer me persigue 

mientras tu pezón se corona de nubes de plomo y ocre

Qué puedes decir Isabel

Montaña de mujer

Si es lo único que aspiro,

Escalarte

 Sigue postrada ahí

Como sí no existiera

Que algún día

A pesar de que duermes encumbrada en tu propia grandeza

Te conquistaré

Y mojaré con las olas que nunca has bebido

El penacho del verde cielo

Que yo adoro

Jazz y sal ahogados en un atardecer

Ensalada César con anchoas en mi tenedor

La yola de mis sueños tambaleándose sobre el bulevar carmesí

Mientras la loma Isabel se desnuda sobre el horizonte.

Ya no necesito reparar mi brújula oxidada

Fiebre de desolación

Mi habitación luce amarilla como la fiebre

Tiene escalofríos, tirita y delira rodeada de fantasmas y espejos

Sus paredes se cuartearon por la seca deshidratación

Nos hemos vuelto uno, mi habitación y yo, luego de esta lacerante fiebre de indiferencia

La puerta cerrada, no pasa nada ni nadie, por su angosta garganta inflamada

El suelo está inerte y pálido y amarillo, como mi piel

Nos estamos pisando constantemente para poder justificar el síntoma de la desafección

Ahora la comprendo, a mi habitación, siempre tan callada, fría y distante

Como anticipando el sufrimiento, esta fría fiebre de abulia

Los enseres petrificados sudando el mal

La amarilla luz de la mesita de noche tan apagada como mis ojos febriles

Aquella ventana, pedazo de verde, azul y salitre

Exhalando un vaho a cansancio, un fétido aliento a no hay amor

En el armario cuelga una famélica percha de alambre salado

Y en sus gavetas una solitaria pastilla de alcanfor usurpa el lugar de la fina lencería

Quién nos habrá contagiado este mal ocre?

La cama está empapada, pero no de ansias, de un sudor frío y apático, de hiel

Toda mi habitación duele, hasta su aire

Esta enfermedad no es nueva, ya la habíamos padecido mi habitación y yo

Pero no creo que esta vez salgamos vivos de esta fiebre de desolación