Mi editor cuando no le gusta mi último trabajo
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Hoy domingo 9 de noviembre del 2014, aproximadamente a las once de la noche, se despidió con su dolor y con el nuestro, leal, amorosa y protectora, nuestra inolvidable Prieta.
Llegaste a nuestras vidas como una indefensa bola de pelos, negra y con olor a leche, y desde ese instante nos adoptaste bajo tu manto protector, impregnando nuestro hogar de ti, de tu juguetona personalidad, de tu inocencia, de tu humildad.
No exigiste mucho, un plato de comida al día y caricias, esas con el tiempo se hicieron menos frecuentes y que tú, paciente y resignada añorabas cada día.
Hoy te fuiste, vieja y desgastada, adolorida también, a pesar de que mi mano trataba en vano de anestesiarte. Te fuiste sin reclamar, sin molestar, como lo hiciste siempre; te fuiste tranquila con la satisfacción del deber cumplido, de haber amado.
Cuánto extrañaré tu nobleza, tu eterna sonrisa, tu cola inquieta buscando incesantemente aprobación, contacto, amor.
Cuánto extrañaré lanzarte el palo y verte correr ágil y hermosa en aquél solar que ahora es tu última morada.
Amada Prieta, Prietura, qué pura y blanca es tu alma; sí, tu alma, esa en la que cabe la humanidad entera.
Leal Prieta. Generosa Prieta. Guardiana Prieta.
Qué ejemplo nos has dejado. Ya quisiéramos ser tú y así finalmente poder desprendernos de este pellejo de humanidad fría y egoísta.
Perdóname por no estar ahí cuando me necesitaste. Perdóname por no jugar más contigo, perdóname por no acariciarte más, por no cuidar más de ti, perdóname por abandonarte en ese rincón de mi alma. Perdóname pero estoy muy lejos de ser como tú.
Gracias Prieta querida, gracias por amarnos incondicionalmente, por tu ejemplo, gracias por tu lealtad y valentía, gracias por dejar marcada tu huella en nuestro corazón humano y endeble. Gracias por perdonarnos.
Hoy te fuiste para siempre, con dignidad y estoicismo, tu cuerpo afectado por el dolor y la pena, echado sobre las frías baldosas del gazebo, rincón aquél donde te exiliaste para no molestar. Y aún así, no dejaste de amar.
¿Quizás no sea demasiado tarde para un último paseo?
Y llevarte a la playa y verte retozar en la arena y correr libremente mientras intentas morder las olas. Un último paseo en la camioneta para ver tu cara realizada y sonriente, la lengua a un lado y el viento abultando graciosamente tu hocico. O quizás un último paseo para ir al campo que nunca conociste y llevarte al río y bañarnos juntos, yo cargando tu pesado cuerpo de Pastor, tú nerviosa y temblorosa. Luego podrías echarte a dormir bajo el cálido sol del mediodía, el arrullo de los pájaros en el fondo, ahí en la terraza de la cabaña del campo que no llegaste a conocer.
Quizás no sea demasiado tarde para dar un paseo por el barrio y verte caminar con gracia, sin tirar de la correa, justo a mi lado. Quizás podamos simplemente cruzar al solar donde ahora duermes con placidez para jugar a buscar el palo y ver tus ojos juguetones, atentos mientras lo sostengo en el aire y luego verte correr majestuosamente y olfatearlo y morderlo y traerlo de vuelta con orgullo.
¿Quizás no sea demasiado tarde para un último paseo? ¿Quieres?
Segundos antes de disparar, el monarca cazador de elefantes se sintió sobrecogido por la serena mirada del animal. Luego observó incrédulo, cómo se dibujaba una casi imperceptible sonrisa en los labios del paquidermo. Retumbó la explosión en la estepa. El gigante mamífero cayó pesadamente al suelo mientras todos observaban impertérritos al coloso dormido, ya no resultaba tan peligroso, de hecho, parecía inofensivo y pacífico. Todos menos el rey, que también había caído desde su montura y yacía con la cadera hecha pedazos, tratando de descifrar la inexplicable sonrisa de su extinta víctima.
La Browning 9 mm está correctamente cargada, ready to shoot, como me dijo el gringo al que se la compré, sus quince tiros en la recámara, está frente a mí, la pintura negra brilla como el bigote de una máscara de Guy Fawkes, el inglés aquél que participó en la Conspiración de la Pólvora para derribar al Parlamento con explosivos y asesinar al Rey Jacobo I de Inglaterra, a sus familiares y al resto de la Cámara de los Lores, todo un matatán, esa misma máscara que usó Alan Moore en la película V for Vendetta y que muchos creen que es el original y bien concebido símbolo de Anonymous, qué ingénuos, sin saber que Anonymus se ha aprovechado de toda la publicidad del tremendo éxito de Hollywood para plantear su quille al mundo, pero está bien, el fin justifica los medios y después de todo esos tígueres de Anonymous son de los pocos que se han puesto los pantalones en este mundo, pues bien, decía que tengo mi preciosa Browning 9 mm cargada y aceitadita, bella, hermosa, radiante, justo en frente de mí, mirándome como quien dice “ponte la maldita máscara”, toda ella descansando en mi escritorio, encima de mi libro favorito, uno que para muchos jevitospseudointelectuales es un clásico pasado de moda, una recopilación sin mérito de las mil y una historias cantadas por los los trovadores de la época, fragmentos literarios o iconográficos pertenecientes a otros autores que el muy tigueraso de Homero acuñó en La Odisea, sea lo que sea, ese es mi libro favorito y justo ahí descansa mi pistola, de fondo tengo una musiquita de Eric Clapton, Leila por si acaso, si ‘toy amargao pero finamente, no como ustedes que andan lamiéndose las lágrimas con Roberto Carlos o en su defecto Chepe Chepe, yo no, lo mío siempre ha sido con estilo, cuando estoy medio down me curo con músicos de verdad, Sabina por ejemplo, con sus Amores eternos o 19 Días y quinientas noches o Ahora que, o en su defecto Crema de estrellas o Trátame suavemente o Efecto doppler de Soda Estéreo, el pobre Gustavo ojalá que despierte del estado de coma, pero cuando estoy en depre full un Deseo o un La chica que baila o un Mientras existas, ustedes saben de quién, resulta imprescindible y si Pedrito no está por ahí, entonces me doy Los restos de nuestro amor de Fito, cuando se me brota el comunismo del sesenta y cinco la cosa es diferente, pongo por inercia cualquier cosa de Silvio, Pablito o Mercedes, no importa si son canciones románticas, en esos momentos experimento un tipo de sentimentalismo revolucionario de lo que pudo ser y no fue, como pasa con los buenos amores, y a propósito de los gringos imperialistasmetelasnaricesdondenotienenquemeterla (entiéndase todo lo que sea de lo’ países) Michelle de los Beatles o Woman de Jhon Lennon, Dazed and confused de Led Zepelling, Anthem de Deep Purple o la grandiosa Mercy Mercy me de Marvin Gaye, Love me tender del chulo de Elvis, Shape of my heart de Sting, I wish it would rain down de Phil Collins, Never tear us apart de INXS, como es que se llama esta de Tears for Fears, bueno esa misma, ustedes se preguntarán para qué un párrafo completo (aunque no es un párrafo ya que hasta este nivel de la narración no hay puntos y creo que no habrá) hablando de canciones de amor y pendejadas, es verdad que uno no debe apartarse del hilo narrativo, directo como una flecha disparada hacia el blanco como diría el maestro Bosch que dijo el maestro Quiroga, pero es que son tantas canciones para uno amargarse coolmente que quise aprovechar el momento para recomendarles algunas, llámenle cuento interactivo si quieren, si no me creen hagan la prueba y escuchen alguna sin tener que buscarse un gillet para cortarse las venas, a menos que sea una de Frank Reyes o Aventura, un merenguito de El Prodigio, digo, para no hablar del disco completo de Bachata rosa de Juan Luis o Mudanza y acarreo o en particular De tu boca, es más cualquiera de los boleros de ese león, y por último, a pota, Ella me vivía, Las vampiras, Rosemary, Marola, Anaisa, Vikiana, La novia o cualquiera de las musas de mi ídolo Luis Terror Días, sion papá, Ay ombe, porque yo defiendo lo mío, no es que disque yo soy un snob, disque que vivo a los gringos, no, eso no, a mi me gusta lo mío, lo que pasa es que en cuanto a la música soy selectivo, además qué vaina es, eso de ser nacionalista hasta la tambora tampoco ‘ta, yo soy y seré siempre un ciudadano universal, este mundo está para eso, no para estar con teorías sobre la bandera tricolor ni nada de eso, que si el himno, que si la nación, el verdadero patriota no tiene que estar con toda esa vaina, de hecho, el verdadero patriota a veces ha tenido que sacar los pies y volver armao hasta los dientes para dar la vida por su país, si no pregúntenle a Caamaño o al mismo Duarte que papá Dios los tenga en la gloria, esa vaina me da una cuerda cuando me dicen disque que yo soy un jevito, que lo que vivo es cayéndole atrás a los gringos, yo quisiera que me dejaran media hora con Harry Truman o con George Bush en un cuartico dos por dos que me los voy a comer con yuca, precisamente por eso es que estamos como estamos, por eso es que este maldito país se ha vuelto una mierda, porque ya no hay hombres de verdad, porque se acabó la estirpe dorada de machos de hombres, de esos que dieron su vida para que hoy podamos bebernos una cerveza en la zona colonial frente al maldito Alcazar de Colón y no venga ningún fuckinguardiagusanogendarmedelamierda a llevarnos preso porque sí, eso es lo que pasa, que estamos podridos, que damos asco, que somos una masa repugnante, asquerosa, que da náuseas, que no aguantamos el hedor de nosotros mismos, al punto de que el Grenouille de Patrick Süskind se pegaría un tiro en la misma nariz para no olernos, a ninguno de nosotros, porque todos, todos sin excepción, desde el poder ejecutivo hasta el senado, desde la Secretaría más fútil hasta el más irrisorio organismo del estado olemos a la mierda más nauseabunda que podamos imaginar, incluyéndome a mí, un mísero recién graduado de periodismo que por cuestiones coyunturales, gracias a que mi papá es amigo íntimo del Secretario de Medio Ambiente, terminé en un puesto importante del“Departamento de Comunicación, Prensa y Relaciones Públicas del Comisionado de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia”, un título que parece más de uno de los Lores del Rey Jacobo I de Inglaterra que de un estamento del Estado de este paisito y que además tiene a gente tan patética como yo trabajando a medio tiempo, ganando el sueldo de diez o doce obreros, con tarjeta de gastos de viaje, una yipeta Chevrolet Tahoe del año, negra, como todas las que usan los funcionarios pegaos del gobierno y que además está en la lista de los dichosos empleados públicos que van a ser obsequiados con uno de los apartamentos de lujo que el gobierno recién acaba de terminar, “ese soy yo”, como diría Huckleberry Hound, otro energúmeno más que vive de los impuestos y de su pueblo, como si nada, a pesar de que vivo modestamente, sin asistir a las reuniones sociales de mi grupo de trabajo, sin comer en los restaurantes fancy de la capi, sin vestir trajes de treinta mil pesos, a pesar de que rechacé la oferta de tener un chofer para mí, a pesar de que no me he creído lo del puestecito este, es verdad que soy un energúmeno diferente, como me lo recuerdo todas las mañanas cuando voy a la oficina y me topo con el pobre anciano que pide en el semáforo de la Santiago con esquina Pasteur, un hombre que se ve que ha trabajado la vida entera en el campo y que llegó a la ciudad como muchos de los miles de hombres y mujeres que migran hacia aquí en busca del sueño perdido, y entonces yo, el energúmeno dadivoso saco heroicamente una papeleta de cien pesos de mi cartera y la pongo en sus manos temblorosas para luego marcharme complacido de haber cumplido con la acción social del día, ese soy yo, un bondadosoenergúmenodelamierda que se hace el pendejo, pero así no era yo cuando estudiaba letras en la universidad, cuando pertenecía al Taller Literario Virgilio Díaz Grullón de la UASD, en esa época yo era un revolucionario de verdad, no de los que quemaba gomas y devolvía las latas de gas lacrimógeno a los policías, no, yo era de ese incipiente grupo de intelectuales que estaba subiendo, la promesa de la juventud, la clase de hombres que necesitaba el país para enderezarlo por siempre, el nuevo modelo de líder, pero eso costaba mucho trabajo, muchas horas de lectura, mucha escritura, muchas reuniones con el taller, muchas marchas y manifestaciones, muchos sueños, ahora todo es más fácil, sólo soy yo y mi escritorio con dos bandejas de salida y entrada de documentos que siempre están vacías, por eso añadí mi Browning 9 mm al repertorio, ready to shoot, la verdad que esos gringos tienen expresiones cool, ready to shoot, definitivamente el lenguaje inglés es el lenguaje de lo fácil, del ritmo, del soul, es como un blues, como el Still got the blues de Eric Clapton que estoy escuchando ahora, aquí en mi oficina gubernamental, rodeado de toda esta lacra que siempre se ha cuestionado mis gustos, mi way, mi música, esos lambones de mierda que no saben lo que son los valores humanos, lo que realmente es importante en la vida, que no conocen la última realidad, el satori perfecto, que no saben de literatura, ni siquiera de Homero, menos de Homero Pumarol, que no entienden lo que es el verdadero sacrificio, pero yo les enseñaré a ellos, yo y mi Browning 9 mm les enseñaremos lo que es un hombre de verdad, lo que es un héroe anónimo, como lo fue mi padre, un hombre intachable, honrado y comprometido con su sociedad, la facción altruista del partido como le llamé en una ocasión y eso se lo voy a mostrar hoy a esos gusanos, no mañana ni en dos semanas, hoy, será hoy, justo cuando el senado en pleno ocupe sus puestos para la votación final de la modificación de la Constitución y yo, ejecutivo del “Departamento de Comunicación, Prensa y Relaciones Públicas del Comisionado de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia”, encargado de toda la logística de la rueda de prensa, grabación, edición y convocatoria de todos los medios del país, saque mi Browning 9 mm y ¡BANG, BANG, BANG, BANG! tal y como suenan los tiros en los cómics, especialmente en los de Batman y Dick Tracy y acabe con todos, uno por uno, con todos esos vive bien a costa de hombres como el viejo del semáforo, de mi padre, después que todo un pueblo depositó su confianza en ellos para que los representara y los defendiera en el gobierno, ellos, los intocables, los impunes van a pagar todo lo que han hecho sufrir a su gente, todo lo que han robado, todo lo que han mentido, todo lo que han violado para quedar como lo que debieron ser desde el principio, un colador, un colador de las malas decisiones del gobierno, lo único que esta vez quedarán como un colador de cocina, de esos que se usan para colar la pulpa del jugo de tamarindo que tanto le gustaba a mi papá, tú mismo me vas a aplaudir donde quiera que estés viejo querido, que aunque no soy creyente imagino debe ser el cielo, cuando veas a tu hijo hacer justicia tal y como lo hicieron los héroes con los que siempre te identificaste, esos que defendieron a tiros el honor de la gente buena, los principios, los valores revolucionarios, sí papá, aprendí la lección, tuviste que irte pero la aprendí, hoy voy a acabar con toda esta farsa, hoy voy a demostrarte que sí valgo la pena, que este país vale la pena todavía, déjamelo a mí y a mi Browning 9 mm que los vamos a hacer añicos, cualquiera que me ve en este escritorio no se imagina lo que va a ocurrir, hablando de eso, déjame cerrar la puerta con seguro no vaya a ser cosa que entre uno de estos lamesacos y… pero ven acá, ¿y ese no es el Presidente? ¿y qué hace él aquí? oh, parece que viene para acá, ay coño me jodí y la pistola está encima de…
– ¡Sr. Presidente, qué sorpresa tenerlo por aquí!
– Siento mucho lo de tu padre, vine personalmente a unirme en tu dolor y a decirte que quiero que trabajes directamente conmigo como asistente personal de la presidencia, ya perdí un hombre bueno y no quiero perder otro mientras sea presidente ¿Qué me dices?
– ¿Eh? Lo que usted diga Sr. Presidente, para mí es un honor, siempre he querido…
– Oh, y ese libro de la Odisea, es unos de mis libros favoritos, ¿me lo puedes prestar? Quiero releer el canto XII donde Odiseo ordena a sus hombres que lo amarren para poder escuchar el canto de las sirenas, eso es mágico.
– Claro que sí Sr. Presidente, el libro es suyo.
– Que no se diga más entonces, el lunes te veo en el Palacio. A propósito, está bonita la Bowning 9 mm. Todo un guerrillero como tu padre ¿eh?
Sí Sr. Presidente, muy bonita, con ese negro brillando como el bigote de Guy Fawkes y sus dos cargadores de quince tiros cada uno, es preciosa, qué lástima que no la va a ver en acción, le hubiera gustado más ¿por qué tenía que venir Sr. Presidente? precisamente hoy, todo estaba transcurriendo según lo planeado, el plan perfecto, unas horas más y me lo hubiera agradecido, le hubiera quitado esas lapas de encima para siempre, quizás así hubiera hecho mejor su trabajo, pero en cambio estoy de vuelta a mi escritorio, la Browning 9 mm inquiriéndome a que use la máscara y de fondo el tema Cocaine de J. J. Cale aunque interpretada por el mismo Eric Clapton, qué idónea, pero ya no tengo más remedio que acudir a su llamado ¡es tu amigo papá! no puedo dejarlo plantado, además sabes que él es un buen hombre, los malos son los que están a su alrededor…creo yo ¿qué me dices papá? ¿papá? ¿me escuchas? ¿dime qué hago? todavía tengo la Browning 9 mm y los dos cargadores, yo hago lo que tú me digas viejo, sabes que todo esto lo estoy haciendo para reivindicar la vida de los hombres como tú, de héroes olvidados, de un pueblo subyugado por gusanos que se lo están comiendo vivo ¿dime? no sé qué hacer ¿sigo con el plan o me voy a Palacio? ¿uso los dos cargadores o me convierto en otra larva de estado? ¿dejo que me amarren como Odiseo? ¿papá? ¿papá?
¡BANG!
En el autobús de hoy, iba sentada delante de mí una muchacha a la cual sólo podía ver la cabeza. Me resultó un poco extraño que luciera una redecilla en lugar de tener el pelo suelto; aunque antes he observado ese tipo de costumbres en las mujeres de nuestro país, me pareció hasta osado que utilizara el artefacto en el reducido habitáculo público. Viendo fijamente el conjunto que se alzaba unas cuantas pulgadas por encima del espaldar del asiento, ahora abstraído por el objeto más que por el hecho en sí, pensé en la estética de todo aquello. ¿Es bella la cabeza de esta mujer con redecilla?
Por definición, la belleza es la propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Desde ese punto de vista, y en específico para mí, la cabeza a la que me refiero, digamos que se llama Brisa, no es bella. Pero sería injusto, e incluso precipitado, hacer esta valoración parcializada de la cabeza de la mujer que incluso cerró cordialmente la cortina de su ventana para que el sol no me molestara. Además, esta apreciación es muy subjetiva, ya que lo que no es bello para mí podría serlo para otro. De hecho, el nombre que hemos diligenciado para Brisa quizás no sea del gusto de muchas personas.
Lo bello también es relativo. Pensemos en las mujeres Padaung del norte Birmania, quienes a pesar de lo doloroso e incómodo se colocan aros en su cuello para alargarlos. Para ellas, ser una mujer de cuello largo es sinónimo de belleza. Lo mismo ocurre con los Zapatos de Lotto, costumbre china donde las mujeres se vendan los pies para transformarlos en pequeños miembros infantiles. Tanto para una como para la otra, los cuellos extremadamente largos y los pies considerablemente pequeños son bellos.
Si nos olvidamos del sedoso y abundante pelo de Brisa, del color oro que no me interesa saber si es natural o no, en fin, de lo que parece ser una hermosa cabellera de revista de modas, y observamos cuidadosamente la redecilla, el elaborado tejido cuadriculado de la fibra, la manera en que se amalgama con el pelo, la forma de copa invertida que dibuja, lo compacto del diseño, quizás podríamos considerarlo bello. ¿Pero seguiría esto siendo la cabeza de Brisa? ¿Seguiría yo viendo la cabeza de una mujer o una creación artística? ¿Sería bello el cuadro de La Mujer del Sombrero de Manet, sin el sombrero?
Por otro lado, si analizáramos la cabeza de Brisa desde un ángulo sociológico, considerando el hecho de que luce una redecilla donde no se acostumbra, más aún, donde puede ser considerado ridículo, podríamos clasificar nuestra valoración estética como grotesca, fea o incluso cómica.
Pero, ¿qué es belleza en la cabeza de Brisa? ¿Es pelo corto, largo, lacio, crespo, sería belleza que tenga color negro o rojo, que llegara hasta la cintura? ¿O quizás sería bella con un sombrero, con una gorra deportiva, peinado el cabello hacia el lado derecho, hacia atrás? ¿Sería bella la cabeza de Brisa si no tuviera cabello en absoluto? Exacto, todo dependería de nuevo de la subjetividad con que valoráramos su belleza. La moda, por ejemplo, sería un elemento de juicio importante a la hora de estimar la belleza en la cabeza de Brisa.
Un elemento que no se debe obviar en este cuestionamiento es el atractivo sexual que puede significar el pelo de una mujer en el hombre. La belleza para el macho es fertilidad, de esta manera, los ojos, la boca, el cuello, los senos, los glúteos, las piernas, el cuerpo en general es un contingente armado para lanzar la primera ofensiva visual hacia el macho. Una mujer que no muestre su pelo, sea mucho o poco, negro o rubio, crespo o liso, está ocultando uno de sus atributos básicos, ese que denota que es una hembra sana y dispuesta a prolongar la especie. Esta hembra está desaprovechando el poder de una de las armas más dinámicas de su cuerpo. Un arma que se maneja a su antojo, que se puede adaptar a las condiciones del ambiente, que puede servir de escudo y de provocación, que puede convertirse en una gran cola hacia atrás para mostrar franqueza, o en una pollina para denotar timidez y lozanía, o quizás en un simple mechón a un lado de la cara para expresar encanto. Una mujer que juegue con este mechón entre sus dedos, podría incluso significar mucho más. Por eso, desde este punto de vista Freudiano, quizás la mujer con el pelo suelto puede representar más belleza que aquella que lo oculta. A menos que esta use un sustituto de la belleza del pelo, un accesorio que haga juego con su cabeza, otra arma secreta que llame la atención del macho. Como lo es el caso del sombrero que mencionamos anteriormente.
Entonces, ¿sería bella la cabeza de Brisa con redecilla?
Al igual que Platón, creo que la belleza es una idea independiente a los elementos bellos que nos rodean. En ese sentido, no sólo es bello lo que causa un determinado placer sensual, también es bello aquello que provoca admiración, que fascina y agrada en cualquiera de sus formas. Asumiendo ese enfoque del maestro, ¿Acaso no sería belleza el hecho de que Brisa, teniendo una hermosa cabellera que lucir, use una humilde redecilla sin importar los prejuicios sociales? La humildad o en su defecto, el coraje, son indiscutiblemente actitudes bellas y loables en el ser humano.
Alguien dirá: pero aquella exhibición de humanismo podría ser consecuencia de poca educación, de maneras burdas, de poco gusto.
También es cierto.
Lo que me lleva a pensar, que la belleza platónica podría desviar nuestra atención, llevándonos indefectiblemente a una valorización de Brisa como ser humano, todo su cuerpo y sus emociones, sus acciones, no la cabeza que yace sepultada bajo una intrigante redecilla. Nuestro objeto en cuestión.
Entonces, ¿es bella la cabeza de Brisa con redecilla?
Término con la siguiente frase de David Hume:
«la belleza está en el ojo del observador».
Hoy, justo cuando el sol iba cerrando sus párpados de luz sobre el océano atlántico, mientras investigaba en las redes un tema para publicar en este blog, me topé con una noticia luctuosa que me afectó el ánimo. Alguien que no conocía, un hombre joven de cuarenta y cinco años, exitoso hombre de negocios, presidente de una reconocida empresa eléctrica, murió repentinamente en el mirador sur de la ciudad capital a sólo quinientos metros de terminar el entrenamiento de esa mañana. Marco de la Rosa era corredor y esa madrugada entrenaba junto a los compañeros de su grupo, ninguno se explicó la muerte súbita del que consideraban uno de sus mejores atletas. Con todos sus análisis de salud en orden, Marco incluso había participado dos meses atrás en el conocido maratón de Chicago.
Qué penoso pensé, otra pérdida de alguien valioso en nuestra desbalanceada sociedad. Al leer lo de su muerte lo sentí tanto, como si le conociera de años, como si fuera familia, o quizás un gran amigo. No puedo negar que me afectó el hecho de que era un atleta, igual que yo, que tenía cuarenta y cinco años, igual que la cifra que alcanzaré el 24 de este mes, que era un hombre de negocios, lo que intento hace años sin mucho resultado. Sea lo que sea me sentí profundamente afectado. Luego de darles vueltas al hecho, de leer su biografía, de entrar a su blog, en fin, luego de tratar de acercarme a él en su muerte, me di cuenta que lo conocía. Sí, conocía a Marco de la Rosa. Y no lo había conocido en el colegio, ni en una fiesta, ni en la universidad, ni practicando algún deporte, a él como a muchos otros lo había conocido de toda una vida. Sí, cuando lo conocí al morir, me di cuenta que Marco era otro más de la poca gente buena que se nos estaba yendo, de ese puñado que sobresale en nuestra sociedad marchita, de esos que apuestan por los principios, por la honestidad y la vida ejemplar. Como a él, he conocido a cientos de dominicanos y ciudadanos del mundo que se van a destiempo, cuando no deben, mientras otros en mucho menor número, esos que pueblan nuestro mundo de terror, de perfidia, de corrupción, de muerte, de violaciones, viven indefinidamente y sin reparo bajo un invisible e impune manto de aquél maldito ángel que lleva la guadaña. ¿Por qué? ¿Por qué a Marco y no al asesino de Claudio Caamaño Vélez? Por sólo poner un ejemplo de los cientos que ocurren cada año.
Estos son los momentos en los que no entiendo la divina gracia de Dios. Y me siento afligido, con un nudo en la garganta, descreído, ahogado en una desilusión absoluta que no repara en nada que no sea desafecto y pesimismo. Es cuando vuelvo a Marco y me retracto.
Mientras buscaba información de aquél que creía no conocer, encuentro esta última publicación de su blog «Las notas de Marco» y me doy cuenta de que no puedo caer con él, de que debo seguir en pie de lucha. Me doy cuenta de que ellos no se han ido en vano, de que nos están guiando. Entonces vuelvo a leer su entrada y me río, él también, Claudio lo hace de igual forma, y Luis, y Pedro y Juan y Karina, y me siento curiosamente tranquilo.
Un tipo de obligación moral, de esas que se sienten como deuda, me solicita compartir este último escrito suyo. Aquí les dejo el artículo de forma íntegra:
Ser feliz, una decisión personal.
Sócrates decía que ” una vida sin reflexión, no merece ser vivida”. Pasé los últimos días del 2013 y los primeros del año nuevo en la bella Estancia “La Bravera” a 2,400 mts sobre el nivel del mar en los Andes Venezolanos. El día que llegué a este lugar mágico casi sufro una crisis de pánico al enterarme que no tenía ningún tipo de alcance a las telecomunicaciones, incluyendo internet y señal para mis teléfonos. Sin embargo a medida que pasaron los días y que me iba desconectando del mundo me iba sintiendo más conectado a la naturaleza y se iban abriendo espacios para la meditación y reflexión. Este tipo de espacios son fundamentales para el ser humano. Ya sea en forma individual, en familia o en equipos de trabajo, es importante tener la oportunidad de elevarse a otro nivel y analizar con una perspectiva más amplia las realidades que nos acontecen en las diferentes facetas en las que nos desenvolvemos.
Durante esos días que compartí con mi familia, mi mamá me habló del libro que estaba leyendo llamado “La alegría del vivir” de Orison Swett Marden. Coincidencialmente su libro estaba muy alineado con el último capítulo del libro que yo leía, “Vivir en tiempos de Crisis” de Isabel Vega. El contenido común de ambos libros estaba relacionado con el concepto de “la felicidad”. La diferencia es que el libro que ella leía fue escrito en 1914 y el mío en el 2013. Sin embargo, pese a la diferencia de años entre un libro y otro, las conclusiones eran prácticamente las mismas: La felicidad no se persigue, no es una meta por sí misma. La felicidad se consigue en las pequeñas vivencias de todos los días.
Existen innumerables libros, documentos y escritos sobre el tema de la felicidad. Hace un par de años, mi grupo de YPO (Young President Organization) invitó a una sesión de trabajo de un día entero al Prof. Shawn Achor, autor del libro “The Happiness Advantage”. Durante la cena, el Prof. Achor nos contó sobre las investigaciones que él ha hecho con su equipo en la Universidad de Harvard sobre el concepto de la felicidad y las conclusiones a que han llegado sobre el tema. En primer lugar, la creencia general de la gente es que la felicidad es el premio que se recibe cuando se es exitoso, mientras que las investigaciones muestran una causalidad que es totalmente opuesta: la gente se hace más exitosa cuando es más feliz y presenta una actitud más positiva ante la vida.
Es difícil que ese estado de felicidad se encuentre en todos los planos ya que es muy probable que en algunos momentos se representen desafíos. La muerte de un ser querido o la separación de un ser que amas son solo algunos ejemplos. Sin embargo, la felicidad tiene que ver en gran medida con “la manera en que enfrentamos estos desafíos, en armonía con nuestra esencia y con el entorno”. De acuerdo con las investigaciones del Prof. Achor, las circunstancias externas contribuyen con solo alrededor de 10% de nuestra felicidad. El 90% restante está en nosotros mismos y en la forma en que manejemos los tres principales componentes de la felicidad según Achor: el placer de las sensaciones físicas, el involucramiento activo en roles que nos permitan aportar y una profunda y permanente conexión a algo que es más grande que nosotros.
La felicidad es una decisión personal, solo tienes que decidir cuando quieres empezar a ser feliz y empezar a ver el mundo de otra forma, sin apegos, sin verla como resultado de obtener algo que no tenemos, sino apreciando al máximo las cosas que ya tenemos y que se nos presentan en cada momento de nuestras vidas. ”Disfruta de las cosas pequeñas, pues algún día puedes mirar atrás y darte cuenta que ellas eran las cosas grandes”.