Ser feliz, una decisión personal

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Hoy, justo cuando el sol iba cerrando sus párpados de luz sobre el océano atlántico, mientras investigaba en las redes un tema para publicar en este blog, me topé con una noticia luctuosa que me afectó el ánimo. Alguien que no conocía, un hombre joven de cuarenta y  cinco años, exitoso hombre de negocios, presidente de una reconocida empresa eléctrica, murió repentinamente en el mirador sur de la ciudad capital a sólo quinientos metros de terminar el entrenamiento de esa mañana. Marco de la Rosa era corredor y esa madrugada entrenaba junto a los compañeros de su grupo, ninguno se explicó la muerte súbita del que consideraban uno de sus mejores atletas. Con todos sus análisis de salud en orden, Marco incluso había participado dos meses atrás en el conocido maratón de Chicago.

Qué penoso pensé, otra pérdida de alguien valioso en nuestra desbalanceada sociedad. Al leer lo de su muerte lo sentí tanto, como si le conociera de años, como si fuera familia, o quizás un gran amigo. No puedo negar que me afectó el hecho de que era un atleta, igual que yo, que tenía cuarenta y cinco años, igual que la cifra que alcanzaré el 24 de este mes, que era un hombre de negocios, lo que intento hace años sin mucho resultado. Sea lo que sea me sentí profundamente afectado. Luego de darles vueltas al hecho, de leer su biografía, de entrar a su blog, en fin, luego de tratar de acercarme a él en su muerte, me di cuenta que lo conocía. Sí, conocía a Marco de la Rosa. Y no lo había conocido en el colegio, ni en una fiesta, ni en la universidad, ni practicando algún deporte, a él como a muchos otros lo había conocido de toda una vida. Sí, cuando lo conocí al morir, me di cuenta que Marco era otro más de la poca gente buena que se nos estaba yendo, de ese puñado que sobresale en nuestra sociedad marchita, de esos que apuestan por los principios, por la honestidad y la vida ejemplar. Como a él, he conocido a cientos de dominicanos y ciudadanos del mundo que se van a destiempo, cuando no deben, mientras otros en mucho menor número, esos que pueblan nuestro mundo de terror, de perfidia, de corrupción, de muerte, de violaciones, viven indefinidamente y sin reparo bajo un invisible e impune manto de aquél maldito ángel que lleva la guadaña. ¿Por qué? ¿Por qué a Marco y no al asesino de Claudio Caamaño Vélez? Por sólo poner un ejemplo de los cientos que ocurren cada año.

Estos son los momentos en los que no entiendo la divina gracia de Dios. Y me siento afligido, con un nudo en la garganta, descreído, ahogado en una desilusión absoluta que no repara en nada que no sea desafecto y pesimismo. Es cuando vuelvo a Marco y me retracto.

Mientras buscaba información de aquél que creía no conocer, encuentro esta última publicación de su blog «Las notas de Marco» y me doy cuenta de que no puedo caer con él, de que debo seguir en pie de lucha. Me doy cuenta de que ellos no se han ido en vano, de que nos están guiando. Entonces vuelvo a leer su entrada y me río, él también, Claudio lo hace de igual forma, y Luis, y Pedro y Juan y Karina, y me siento curiosamente tranquilo.

Un tipo de obligación moral, de esas que se sienten como deuda, me solicita compartir este último escrito suyo. Aquí les dejo el artículo de forma íntegra:

Ser feliz, una decisión personal.

Sócrates decía que ” una vida sin reflexión, no merece ser vivida”.  Pasé los últimos días del 2013 y los primeros del año nuevo en la bella Estancia “La Bravera” a 2,400 mts sobre el nivel del mar en los Andes Venezolanos. El día que llegué a este lugar mágico casi sufro una crisis de pánico al enterarme que no tenía ningún tipo de alcance a las telecomunicaciones, incluyendo internet y señal para mis teléfonos. Sin embargo a medida que pasaron los días y que me iba desconectando del mundo me iba sintiendo más conectado a la naturaleza y se iban abriendo espacios para la meditación y reflexión. Este tipo de espacios son fundamentales para el ser humano. Ya sea en forma individual, en familia o en equipos de trabajo, es importante tener la oportunidad de elevarse a otro nivel y analizar con una perspectiva más amplia las realidades que nos acontecen en las diferentes facetas en las que nos desenvolvemos.

Durante esos días que compartí con mi familia, mi mamá me habló del libro que estaba leyendo llamado “La alegría del vivir” de Orison Swett Marden.  Coincidencialmente su libro estaba muy alineado con el último capítulo del libro que yo leía, “Vivir en tiempos de Crisis” de Isabel Vega.  El contenido común de ambos libros estaba relacionado con el concepto de “la felicidad”. La diferencia es que el libro que ella leía fue escrito en 1914 y el mío en el 2013. Sin embargo, pese a la diferencia de años entre un libro y otro, las conclusiones eran prácticamente las mismas: La felicidad no se persigue, no es una meta por sí misma. La felicidad se consigue en las pequeñas vivencias de todos los días.

Existen innumerables libros, documentos y escritos sobre el tema de la felicidad. Hace un par de años, mi grupo de YPO (Young President Organization) invitó a una sesión de trabajo de un día entero al Prof.  Shawn Achor, autor del libro “The Happiness Advantage”.  Durante la cena, el Prof. Achor nos contó sobre las investigaciones que él ha hecho con su equipo en la Universidad de Harvard sobre el concepto de la felicidad y las conclusiones a que han llegado sobre el tema.  En primer  lugar, la creencia general de la gente es que la felicidad es el premio que se recibe cuando se es exitoso, mientras que las investigaciones muestran una causalidad que es totalmente opuesta: la gente se hace más exitosa cuando es más feliz y presenta una actitud más positiva ante la vida.

Es difícil que ese estado de felicidad se encuentre en todos los planos ya que es muy probable que en algunos momentos se representen desafíos. La muerte de un ser querido o la separación de un ser que amas son solo algunos ejemplos. Sin embargo, la felicidad tiene que ver en gran medida con “la manera en que enfrentamos estos desafíos, en armonía con nuestra esencia y con el entorno”. De acuerdo con las investigaciones del Prof. Achor, las circunstancias externas contribuyen con solo alrededor de 10% de nuestra felicidad. El 90% restante está en nosotros mismos y en la forma en que manejemos los tres principales componentes de la felicidad según Achor: el placer de las sensaciones físicas, el involucramiento activo en roles que nos permitan aportar y una profunda y permanente conexión a algo que es más grande que nosotros. 

La felicidad es una decisión personal, solo tienes que decidir cuando quieres empezar a ser feliz y empezar a ver el mundo de otra forma, sin apegos, sin verla como resultado de obtener algo que no tenemos, sino apreciando al máximo las cosas que ya tenemos y que se nos presentan en cada momento de nuestras vidas.  ”Disfruta de las cosas pequeñas,  pues algún día puedes mirar atrás y darte cuenta que ellas eran las cosas grandes”.

No time to write?

Viendo esta fotografía que hice unos días atrás en mi oficina (by the way, no está hecha con una cámara SLR ni con nada parecido, la hice con mi Iphone 4s y el nuevo lente OlloClip con angular, una maravilla, de hecho ya no soy photographer, sino, Iphoneographer… pero bueno, eso es tema para otra entrada), volví a reflexionar sobre un tema muy recurrente en los escritores que como yo, no son escritores a tiempo completo. Ese tema es precisamente, la falta de tiempo para escribir. Es raro encontrar un escritor, ya sea novel o consagrado, que no haya experimentado frustración en ese sentido, que no haya maldecido el trabajo o al jefe, a la universidad o a los profesores, o en general al esquema de vida preconcebido al que se le obliga a pertenecer y cumplir como una máquina programada para eso. Sólo tenemos que hacer algo de memoria para recordar una, dos, decenas de discusiones con nuestros amigos escritores, en grupos literarios, en puestas en circulación de libros (casi siempre de escritores reconocidos), en charlas (sobre todo cuando los conferencistas son escritores a tiempo completo), discusiones que más bien podrían encasillarse dentro de lo que llamaremos «infelices sueños de escritores que no pueden escribir a tiempo completo». Por supuesto, lector empedernido al fin, no tuve que investigar mucho para dar con un libro que trata precisamente este incómodo tema. Alguien como yo, o como tú, que estás interesad@ por este asunto y que para colmo estás sacando del poco tiempo que te queda para leer esta entrada, cosa que agradezco infinitamente, se dignó en sacar los trapos al sol y escribir un tomo que aunque trata muchos otros temas, tiene dedicado todo un capítulo al objeto de mi reflexión. Se trata de «The five-minute writer» de Margret Geraghty. Aunque el libro en cuestión no ha merecido todavía el privilegio de pertenecer a mi colección personal de estudio o consulta recurrente, se podría decir que plantea muchos elementos interesantes, herramientas, y sugerencias que ayudarían a cualquier escritor, sobre todo a los aspirantes a robarles el tiempo al tiempo para escribir. Sin más, aquí les va un segmento de ese capítulo en cuestión: «¿No time to write?» Lean, desmenucen, critiquen y saquen sus propias conclusiones. En mi caso, he hecho lo propio, aprovechándolo para…para sacar tiempo y escribir esta entrada, por ejemplo.

«A student in my writer’s workshop recently complained that although she desperately wanted to write, she always found herself doing something else instead. ‘It’s finding the time,’ she said. ‘There just doesn’t seem to be enough of it.’

This is a common problem. It’s also a block. Successful writers are not usually people with time to fill. Successful writers are people whose need to write is greater than – or at least as great as – their need to do other things. Scott Turow was an attorney in a big-city law firm when he decided his urge to be a writer was too great to ignore. He wrote his first published novel, Presumed Innocent, as he commuted to his office every morning on the 7.39 a.m. Chicago and North Western train.

Consequently, when aspiring writers use lack of time as an excuse, it often suggests that there’s another deeper reason underlying their problem. This may be something of which the writers themselves may be unaware.

If you have this problem, try asking yourself what you have to gain from not writing. Everything we do in life has a pay-off on some level. This even applies to destructive or self-defeating behaviour. Take, for example, a woman – we’ll call her Brenda – who blames her husband and family for curtailing her ambitions. If only she hadn’t married a dominating man and had five children, she’d have been able to pursue her dream of becoming a marketing executive. It might be reasonable to ask here why, if Brenda was so keen to be a career woman, she married a man who told her what to do. All becomes clear when the children grow up, and a friend persuades Brenda to look for a job where she can work her way up. Unfortunately, Brenda now discovers she’s agoraphobic and can’t leave the house.

This exposes the root of Brenda’s problem. Contrary to her protestations, marriage and children actually protected her from getting into situations with which she couldn’t cope. Once that ‘restriction’ was removed, she was forced to invent another. Now, apply this to writing. Some people may be ‘too busy’ because what they really enjoy about writing is the idea of it. Thus, not writing relieves them of the need to face reality. Others may simply be afraid of failure. This is a reasonable fear. Dreams are precious and none of us want to have our dreams destroyed. If we can preserve the dream, fondly imagining that we, too, could be Stephen King or J. K. Rowling (if only we had the time) that’s the pay-off.

For my student, the underlying reason for not writing – which she discovered by doing the exercise which follows – was her feeling of guilt at doing something for her own enjoyment. In her childhood, she’d been taught that she must finish her work before indulging in pleasure. As a result, she had what practitioners in transactional analysis call an ‘until’ script:

‘After I retire, then I’ll be able to travel’.
‘OK, I’ll come out for a drink, but first I have to finish the washing-up.’ «

Escribe para ti mismo. Si no puedes, estudia contabilidad o secretariado bilingüe.

Aquellos escritores que piensan en los lectores, en la crítica o en los demás escritores, nunca podrán desarrollar el verdadero arte. La voz interior, es a esa que tenemos que escuchar para transcribir lo que nos dice. Olvidémonos de los antiguos preceptos, de las reglas, de los guruses intocables, de nuestros maestros, del ruido externo, y enfoquemos nuestros pensamientos hacia nosotros mismos. La esencia de nuestra alma es la materia prima para escribir. Es ahí que reside nuestro propio escritor, el único, el indivisible, el original. El copyright del escritor auténtico está dentro de él mismo, no en el registro legal de su obra. Todos tenemos ese «derecho reservado» en el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro. Vamos a utilizarlo, dejémonos de pendejadas, hagamos caso omiso a eso de que «todo está escrito»; lo que escribas es tuyo, de nadie más.

Bien lo dijo Jack Kerouac, “Garabatea libretas, escribe sobre ti, recordándote y asombrándote, como Proust, se un viejo dopado del tiempo, eres un genio todo el tiempo”. No acostumbro a llevarme mucho de las reglas, pero es imposible obviar el pensamiento de uno de los escritores modernos más originales de todos los tiempos y compartirlo con ustedes. Lean, digieran, asimilen, boten, y vuelvan al centro de su alma.

CREDO Y TÉCNICA DE LA PROSA MODERNA.

1. Libretas secretas garabateadas y desenfrenadas páginas mecanografiadas para tu propio deleite.

2. Resignado a todo, abierto, atento.


3. Trata de no emborracharte nunca fuera de tu casa.


4. Ama tu vida.


5. Algo que sientes hallará su propia forma.

6. Sé un loco santo de la mente.


7. Sopla tan hondo como quieras soplar.


8. Escribe sin base lo que quieras desde el cimiento de la mente.


9. Las innombrables visiones del individuo.


10. Ningún tiempo para poesía sino exactamente lo que es.


11. Tics visionarios temblándote en el pecho.


12. Con hipnótica fijación soñar sobre el objeto que tienes ante ti.


13. Elimina las inhibiciones literarias, gramáticas y sintácticas.


14. Como Proust sé un viejo dopado del tiempo.


15. Decir la verdadera historia del mundo en monólogo interior.

16. El centro preciso de interés es el ojo dentro del ojo.


17. Escribe para ti recordando y asombrándote.


18. Trabaja hacia fuera desde el expresivo ojo central, nadando en el mar del lenguaje.

19. Acepta perder para siempre.

20. Cree en el santo contorno de la vida.


21. Lucha para dibujar el torrente que ya existe intacto en la mente.

22. No pienses en palabras cuando te detengas sino para ver mejor el cuadro.


23. Conserva la huella de cada día en la fecha que blasona tus mañanas.


24. Ni temor ni vergüenza en la dignidad de tu experiencia, lenguaje y conocimiento.


25. Escribe para que el mundo lea y vea tus exactas fotografías de él.


26. Un libro de cine es la película en palabras, la forma visual Americana.


27. Elogio del Carácter en la Fría inhumana Soledad.


28. Composiciones salvajes, indisciplinadas, puras, brotando desde abajo, cuando más locas mejor.

29. Eres un Genio todo el tiempo.

30. Director-escritor de películas Terrestres Patrocinadas y Angelizadas en el Cielo.